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Naming: la metodología que hay tras un nombre o marca

Cuando emprendemos y estamos creando nuestro propio negocio, uno de los primeros retos que se nos plantean es el de elegir el nombre idóneo para nuestro proyecto.

Una marca se construye por medio de muchos elementos: el nombre, el logo, los eslóganes, el packaging, los colores corporativos, el tono de las comunicaciones, el contenido, la cartera de productos o servicios, la experiencia de usuario… pero, sin duda, el primer y principal distintivo de una marca es su nombre. 

Características de un buen nombre y principales tipologías

Un buen nombre para un negocio debe cumplir una serie de características, algunas pueden parecer obvias, pero precisamente por eso muchas veces no se tienen en cuenta: 

  • Un buen nombre debe ser distintivo y único. Uno de los principales objetivos de un nombre es que el consumidor pueda recordarlo fácilmente y si destaca entre los nombres de la competencia, mejor que mejor. Si tus competidores usan anglicismos, por ejemplo, quizá tu debas optar por el idioma patrio. 
  • Sonoridad y legibilidad. Los buenos nombres son agradables a la vista y al oído. Deberemos tener también cuidado con cómo suena o que significa el nombre elegido en otros idiomas, especialmente si tenemos intención de expandirnos internacionalmente. También deberemos tener cuidado con los caracteres extraños o locales como nuestra querida “ñ”.
  • Recuerdo. Esto es fundamental. El nombre debe ser fácil de recordar. 
  • Un buen nombre debe reflejar el ADN de la marca. ¿Se ajusta el nombre a la personalidad de la marca? ¿A los valores y principios que deseamos transmitir? Un nombre puede ser moderno, clásico, elegante, disruptivo, innovador, práctico…
  • Debe ser flexible y poder crecer con la marca. Un nombre no debe limitar nunca el crecimiento de la compañía.  Cuidado de nuevo con los idiomas y atención a los nuevos mercados. ¿Puede Montessori Pepita lanzarse a vender videojuegos? No tendría mucho recorrido, ¿verdad?
  • El mejor nombre es el que inicia una buena historia. Que detrás del nombre haya una estrategia de storytelling puede ser un plus muy interesante. 

 

Existen muchos tipos de naming (acrónimos, neologismos, anglicismos, palabras inventadas, nombres de lugares,… ) pero todos ellos encajan en una de estas tres grandes categorías: 

  • Descriptivos: esta es la tipología de naming más habitual y tradicional. La menos arriesgada. Son nombres que describen la actividad que desempeña la empresa o el sector al que pertenece (HolaLuz, Gas Natural).  Aquí entrarían también los nombres compuestos por acrónimos o siglas (HP, IBM,… ), los que incluyen el lugar en el que se encuentra el negocio o el nombre del empresario: Asesoría Don Benito  o López&Marco Arquitectos.
  • Abstractos: suelen ser los más llamativos y originales. Son los nombres que logran una mayor diferenciación y exclusividad. Al ser abstractos, favorecen la penetración en distintos mercados y la aceptación por igual en todos los idiomas.  Además al tratarse de palabras inventadas en su mayoría no tienen ningún tipo de connotación negativa, aunque tampoco positiva, motivo por el que suelen requerir de una mayor inversión económica a la hora de posicionarse. Ejemplos tenemos muchos: Kodak, Oysho, Zara, Spotify, Trivago, Yoigo,…
  • Evocadores: estos nombres suelen conectar con los consumidores de una forma natural. Su objetivo es apelar a la imaginación, sugiriendo escenarios o conceptos que sin ser abstractos tampoco son literales. En esta categoría abundan los nombres basados en neologismos, toponímicos, metáforas, yuxtaposición de palabras, etc.  Ejemplos: Puma, Malibú, Netflix, Tesla,…

Descubrimos la metodología detrás de un proceso de naming

Aunque poner nombre a una empresa o negocio pueda parecer un proceso puramente creativo, detrás hay “mucha ciencia” y trabajo.  

Tanto las consultoras como las agencias de branding y marketing para emprendedores y nuevas empresas, coincidimos  en que lo primero que se debe hacer es un estudio de mercado para conocer en profundidad a nuestro cliente ideal y a nuestra competencia

Después deberemos hacer un trabajo interno de definición de nuestros propios valores, principios y objetivos como empresa. 

Y con todos estos datos, llega el momento de hacer un brain storming e ir analizando uno a uno los nombres que vayan surgiendo para ver si cumplen los requisitos citados anteriormente. Para ello responderemos a las siguientes cuestiones: ¿es el nombre propuesto distintivo? ¿Destaca entre la competencia? ¿Es fácil de recordar? ¿Suena bien? ¿Es fácil de deletrear y pronunciar? ¿Es estético cuando se ve escrito? ¿Tiene gancho? ¿Es acorde con los principios y valores de tu marca? ¿Está en sintonía con el resto de nombres de la compañía? Esto último es importante cuando a lo que queremos poner nombre es un producto o servicio o se trata de una de las marcas de un conglomerado empresarial. 

Además, con nuestros candidatos favoritos deberemos responder algunas cuestiones adicionales. ¿Podemos proteger nuestra marca? ¿Está libre el dominio o el nombre en redes sociales?

Hoy en día es fundamental que el nombre que queremos cuente con dominios disponibles y nombres de usuario libres en las redes sociales en las que queramos tener presencia. También deberemos comprobar su disponibilidad en la Oficina de Patentes y Marcas.

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